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La buena estrella, la Navidad, la añoranza: LA VIDA |
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Me van bien las cosas. Tengo un trabajo muy bonito, con un sueldo que me deja vivir. Mucha gente alrededor que me quiere, gente que me necesita y la que necesito. He hecho muchas cosas a mis treinta y un años, pero estoy algo tristona, no puedo evitarlo. Recuerdas continuamente a los que te faltan porque están bien con los que quieres, y esos ratos te hacen acordarte aún más de los que no están. Te sientes afortunada, mucho, por tener lo que tienes... feliz y triste a la vez. Duele que no estén, más en estas fechas que por educación, por familia, por muchos motivos son parte de mí, significan mucho. Me dejo de mirar
la casa en la que ahora vivo, aquí en un pueblo del extraradio
de Madrid. Me quedo mirando los espacios de los baños y me acuerdo
del piso de mis padres, una casa que ya era grande para una familia numerosa,
y oigo como ahora una casa como la mía, en la que se podían
criar a más de familia de los que juntó mi madre, no es
cómoda para tener más de dos hijos. Por supuesto ahora cada
niño necesita su habitación, ya de nacimiento enseñándonos
la propiedad antes que el compartir. Me acuerdo de que lo compartíamos todo, de que me parece el estado natural, y de lo independientes que somos todos, independientes pero sin buscar la soledad. Cuando estaba estudiando sola en la habitación y pasaba un rato sin escuchar ruido fuera, salía para ver qué pasaba. Me ponía nerviosa no oír el murmullo de alguien hablando en el salón, o la tele de fondo, o alguien en la cocina, o mis padres ajustando economías domésticas en su habitación, o la ducha. Preocuparte de saber cuántos días ibas a pasar en el pueblo, para estar con los primos, con los amigos... con los abuelos, que entonces ni te dabas cuenta de ello, pero ahora son las imágenes que vienen con más fuerza a la memoria. Las patatas asándose en las ascuas... el frío de esa casa y lo bien que olía todo, mezcla de leña quemada en la lumbre, carne frita, guisado chup chup un palmo más allá de la patatas enterradas en ceniza, mandarinas en la alacena, harina, manteca y almendra de suspiros y pasteles de cabello de ángel, desapareciendo según se despistaba la abuela... Me caso el 2005. No os digo la fecha porque he de esperar a tener todo listo. Y si éste ha sido un buen año el que viene se me promete mejor. Pero cuando más miro hacia delante y veo cuanto bueno me está esperando, más echo de menos lo bueno que tuve y a esas personas que me vieron y que no me van a ver, o las que ya no puedo tener tan cerca como las tuve. ¿Cómo era mamá? ¿Ley de Vida? Parece que te esté oyendo, Consuelo, si ya sé,"ahora me toca a mí", crear un mundo para llenar vidas de buenos recuerdos. |
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Nieves M. Martín |
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19 de diciembre de 2004 | |
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